NUESTRO PROBLEMA CON LAS EMOCIONES.

Los pacientes que llegan a nuestras terapias emocionales, están cansados, estresados e incluso muy asustados de sentir lo que sienten. Cuando me dicen, necesito ayuda, porque no quiero sentir esta tristeza, este miedo, este dolor, lo primero que les digo es...Pues no puedo hacer nada por tí. Tras mirarme sorprendidos y reirse después, les explico porqué, a eso, no puedo ayudarles.

Les explico que no se puede huir de lo que estan experimentando, porque realmente la razón de que se encuentren tan mal, no es por lo que creen, sino por intentar poner un esfuerzo enorme en resistirse a ello.

Si desde bien pequeñitos nos hubieran enseñado inteligencia emocional, como nos enseñaron a leer, escribir, sumar o restar, ahora entenderíamos que nos ocurre y no tendríamos ningún problema con ello.

Cuando tenemos sueño, dormimos, cuando tenemos hambre, comemos, cuando estamos cansados, descansamos, y cuando nos sale una emoción......¿qué es lo que realmente y simplemente tenemos que hacer?

SENTIRLA, sin más. Pero nadie nos enseñó a sentir, a respirar la emoción, a darle su espacio y tiempo para que se disuelva o la integremos.

Este desconocimiento y desconexión absoluto de nuestra parte emocional, hace que la mente, al asustarnos y sentirnos perdidos ante esta avalancha de emociones contenidas durante años, ponga todos los medios necesarios para que huyamos de ellas. Este es el peor modo de actuar, porque las bloqueamos en nosotros y cada vez que vuelven, lo hacen con más fuerza.

Lo que si les digo a mis pacientes es que puedo  ayudarles a entender y aceptar sus emociones sin miedo, sin juicio a si son buenas  o malas, sino como una parte de nosotros que, como seres sintientes tenemos y que simplemente, llevamos años desatendiendo.